Cuando el suelo se calienta, libera más dióxido de carbono (CO2) un efecto que alimenta aún más el cambio climático. Hasta ahora se había supuesto que esto se debía principalmente a la presencia de pequeños animales en el suelo y microorganismos que comerían y respirarían más a temperaturas más cálidas. Sin embargo, un nuevo estudio en Nature Climate Change ha demostrado que este no es el caso. Todo lo contrario: si la calidez va acompañada de sequía, los animales del suelo comen aún menos. Para mejorar el poder predictivo de los modelos climáticos, ahora es crucial entender mejor los procesos biológicos en el suelo, dicen los científicos.
Cuando el suelo se calienta, libera más dióxido de carbono (CO2) un efecto que alimenta aún más el cambio climático. Hasta ahora se había supuesto que esto se debía principalmente a la presencia de pequeños animales en el suelo y microorganismos que comerían y respirarían más a temperaturas más cálidas. Sin embargo, un nuevo estudio en Nature Climate Change ha demostrado que este no es el caso. Todo lo contrario: si la calidez va acompañada de sequía, los animales del suelo comen aún menos. Para mejorar el poder predictivo de los modelos climáticos, ahora es crucial entender mejor los procesos biológicos en el suelo, dicen los científicos.
El hecho de que el clima del mundo está cambiando se debe principalmente a la quema de combustibles fósiles. Como consecuencia, se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de la Tierra. Sin embargo, además, el cambio climático también se está intensificando por sí solo, porque el calentamiento global también está causando el cambio del ciclo natural del carbono. Aunque en la Tierra, el carbono se convierte constantemente de compuestos sólidos en CO2 gaseoso y viceversa, las temperaturas más cálidas pueden aumentar aún más las pérdidas de carbono en forma de CO2 del suelo. Como resultado, se introduce más CO2 en la atmósfera de la Tierra: una retroalimentación positiva.
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Crédito de la imagen: Julia Siebert (Los científicos usaron las llamadas tiras de lámina de cebo para medir cuánto comían los animales del suelo).