En junio pasado el Papa Francisco publicó su muy esperada encíclica sobre el medio ambiente, Laudato Si que recibió tremendos elogios de diversos sectores. El mismo día, Coral Davenport, que escribe en el New York Times, señaló que la encíclica papal "es tanto una crítica del orden económico mundial como un argumento para el mundo para enfrentar el cambio climático." La Sra Davenport ha comentado diciendo que los elementos de la encíclica están lamentablemente "fuera de sintonía con el pensamiento y la obra de los analistas de políticas bien informados en todo el mundo." En esta columna, lo vamos a elaborar.
En junio pasado el Papa Francisco publicó su muy esperada encíclica sobre el medio ambiente, Laudato Si que recibió tremendos elogios de diversos sectores. El mismo día, Coral Davenport, que escribe en el New York Times, señaló que la encíclica papal "es tanto una crítica del orden económico mundial como un argumento para el mundo para enfrentar el cambio climático." La Sra Davenport ha comentado diciendo que los elementos de la encíclica están lamentablemente "fuera de sintonía con el pensamiento y la obra de los analistas de políticas bien informados en todo el mundo." En esta columna, lo vamos a elaborar.
En primer lugar, el Papa es digno de elogio por tomar en serio el cambio climático global y por atraer más atención mundial a la cuestión. Hay mucho sobre la encíclica que es encomiable, pero cuando se enfoca en materia de orden público, me temo que no es útil, por desgracia.
La larga encíclica ignora las causas del cambio climático global: es una externalidad, una consecuencia negativa no intencional de la actividad, de otra forma meritoria, de los productores que producen los bienes y servicios que la gente quiere y de los consumidores que utilizan los bienes y servicios. Es por ello que el problema existe en primer lugar. Bien puede haber dimensiones éticas del problema, pero es mucho más que una simple consecuencia de algunas acciones inmorales por capitalistas corruptos. El documento también hace caso omiso de la naturaleza común global del problema, por lo que es necesaria la cooperación internacional.
Si no se reconocen las causas del problema, es muy difícil, si no imposible, el llegar a soluciones políticas verdaderamente significativas y factibles.
Así que, efectivamente, el problema es causado por una falla de los mercados, como el Papa podría decir, o en el lenguaje de la economía, una "falla de mercado". Pero ese es precisamente el motivo por el cual un análisis económico sólido del problema es importante y puede ser muy útil. Este análisis debe señalar el camino a trabajar en los mercados en busca de soluciones, en lugar de condenar el capitalismo global per se.
En un lenguaje sorprendentemente específica e inequívoca, la encíclica rechaza absolutamente los "créditos de carbono", como parte de una solución al problema. Dice que "podrían dar lugar a una nueva forma de especulación y no ayudarían a reducir la emisión global de gases contaminantes." La encíclica afirma que este enfoque ayudaría a "apoyar el súper-consumo de ciertos países y sectores."
Esa retórica engañosa y fundamentalmente equivocada es directamente del libro de jugadas del pequeño conjunto de países de América Latina socialistas que se oponen al orden económico mundial, temerosos de los mercados libres, y que han sido totalmente desdeñosos y poco cooperativos en las negociaciones internacionales sobre el clima.
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Imagen del Papa Francisco vía Shutterstock